Se entiende por inflación el aumento generalizado de los precios de bienes y servicios dentro de una economía en un periodo de tiempo determinado. A pesar de que la inflación es considerada como un problema por la población general, la realidad es que esta ocurre en la mayoría de los países. De hecho, los bancos centrales buscan mantener la inflación en sus países entre un 2% y 3%, a lo que llaman estabilidad de precios.
La inflación puede dinamizar la economía de un país siempre y cuando esta sea controlada, ya que el alza de los precios contribuye a la reducción del valor de las deudas tanto para los hogares como para los países y las empresas y causa un interés en los consumidores por adquirir bienes y servicios ahora, en vez de esperar a que los precios de estos aumenten en el futuro.
Sin embargo, y como se ha visto en gran parte del mundo, la inflación ha alcanzado niveles superiores a este 2-3%, con el Fondo Monetario Internacional reportando en abril de 2022 una tasa de inflación en cuanto al Índice de Precios al Consumidor (IPC) de 7.4% a nivel mundial, más controlada en Centroamérica con 5.8% pero reportando un 7.4% y un 11.3% para Norteamérica y el Caribe respectivamente.
La inflación en la actualidad tiene como causa el aumento de los costos de producción, lo que hace que las empresas deban aumentar el precio de sus bienes y servicios para poder mantener sus márgenes de ganancia. Aumentos del 370% de 2020 a 2021 sin expectativas de volver a niveles previos a la pandemia en costos de los fletes marítimos, incrementos de 69% interanual a mayo 2022 en los precios del barril de petróleo y escasez de materia prima son los efectos que causan el encarecimiento en la producción.
Este aumento de la inflación por encima de los niveles regulares está causando efectos negativos considerables para las personas. Los consumidores pierden poder adquisitivo a medida que los precios de bienes y servicios aumentan sin que su salario lo haga al mismo ritmo. Esto afecta en mayor medida a la población desempleada y causa mayores brechas en cuanto a la distribución de las riquezas. Por otro lado, un mayor nivel de incertidumbre y menor capacidad de ahorro causa que los consumidores se enfoquen en cubrir sus necesidades básicas incurriendo en menor medida en gastos superfluos.
Para las empresas de consumo masivo, se crea un reto importante. El mismo yace en cuidar sus márgenes de ganancia frente al alza de los costos de producción, al mismo tiempo que buscan estrategias de precios que les permitan ser competitivos en una situación donde los consumidores buscan reducir sus gastos, sobre todo en artículos que no son de primera necesidad.
Esta constante lucha por ajustar las estrategias de precios para mantenerse competitivas dentro de la situación actual de mercado hace que las empresas deban depender de ciclos de ajuste de precios mucho más frecuentes. Cada vez más, vemos que estas revisiones pasan a ser quincenales o hasta semanales, en vez de las frecuencias mensuales que solían ser comunes. Dentro del mundo del consumo masivo, la sensibilidad a los precios es notable, aun cuando se trata de productos de primera necesidad. Los consumidores no solo se dan cuenta de los aumentos o disminuciones de precios de sus marcas habituales, sino también de las variaciones en las comparativas de precios entre productos de las categorías.
Es por estos últimos puntos que toda empresa productora de bienes de consumo masivo debe contar con información a detalle sobre el desarrollo de precios de sus categorías. No solo se puede depender de la información de sus propios productos, sino que también se debe tener acceso a la información que permita analizar las estrategias que la competencia está tomando con todo su portafolio en las diferentes tiendas que conforman el mercado. Esta información debe, además, poder ser consultada en tiempo real con el objetivo de asegurar una ejecución acertada de las estrategias que se pongan en marcha, así como reaccionar rápidamente frente a iniciativas que tome la competencia.